viernes, 8 de junio de 2007

¡Santos Biasatti, Batman!

La vida de los superhéroes no es fácil, sobre todo cuando las nieves del tiempo clarean su sien o cuando la puerta de la heladera se transforma en el segundo botiquín y hay más remedios que botellas de cerveza y sachets de mayonesa. Como hicieron El Zorro y Tarzán, Batman y Superman vinieron a vivir al sur para alargar un poco más la sensación de la admiración de la gente. A esta altura el pobre Batman estaba harto de las muletillas del joven Maravilla. No sólo tenía que soportar todas las noches ¡Santos Biasatti, Batman! y ver canal 13, sino que en Semana Santa se hacía insoportable. ¡Santas roscas, Batman!, ¡Santas empanadas de vigilia, Batman! Evidentemente estaba perdiendo la paciencia y claro, los años no viene solos. El otro día tenía que rectificarle la tapa de cilindros al batimóvil y se le enojó el mecánico porque estaba sucio. "¡Qué quiere, la baticueva está llena de murciélagos no de mariposas!", le respondió Batman y murmuró algo sobre que el taller tampoco era un quirófano. El gordo se enojó y le dijo: "¡Vete de mi taller hombre murciélago y llevate este armatoste!". La cuestión es que Batman tuvo que salir a rescatar a la gente en radio-taxi pero claro, al verlo bajar de un Duna, comenzó a perder credibilidad entre los malandras del pueblo. Se le ocurrió alquilar un coche fúnebre que era lo más parecido al batimóvil. El problema fue que el chofer acostumbrado a procesiones andaba a quince kilómetros por hora y para colmo paraba en todos los semáforos. Cuando llegaban, lo único que Batman podía hacer era sostenerle el suero a los paramédicos, consolar a las viejitas asaltadas o negociarle a la viuda un descuento con el de la funeraria. En la mesa del café, Bruno Díaz y el viejo Clark Kent desgranaban su retahíla de desventuras. El viejo de Clark no estaba mejor, el doctor le recomendó que no saltara edificios de más de tres pisos y ahora en invierno tuvo que agregarle al uniforme una bufandita roja. Se lustra don Superman, le dijo sin querer el lustrabotas ¡Shhhh..! lo censuró el viejo Clark, tratando de mantener la tradición de su identidad secreta, pero era inútil ya todos lo sabían. Le quedaban pocos años para jubilarse en el diario y todavía no había asimilado la separación de Luisa Lane después de haberlo engañado con Jaime Olsen. No se podía sacar de la cabeza aquel último diálogo: ¡No dejaré la cocina tan limpia como Mr. Músculo pero soy mucho más que una esponjita de acero! ¡Soy el hombre de acero, tu hombre de acero Luisa! Ya tengo suficiente acero con mi juego completo de ollas Essen, Superman, ¡quiero un hombre! le gritó Luisa. Yo soy más que eso, Luisa. Soy un superhombre. No seas antiguo Clark, después del viagra hasta Jaime Olsen hace proezas. Así fue que se enteró que no fue el pelado Luthor con quien lo engañó Luisa. Llega el mozo y sirve lo de siempre. Un batido para Batman y un café deskriptonado y una copita mitad antióxido, mitad aceite del cuarenta, para don Superman. Los dos beben tranquilos sus brebajes y se quedan un rato en silencio mirando por la ventana. Che, Bruno, que hiciste al final con el batiscafo...¡Qué batiscafo ni batiscafo, mil veces te dije que yo no hice el batiscafo! Ese fue un francés, Piccard, creo, que se yo... Bueno, che... Y siguieron los dos mirando por la ventana.

1 comentario:

Ale G. dijo...

Todo muy lindo... pero el verdadero heroe es Isidoro Cañones y Patoruzu canejo!!!